“Juan siempre fue
celoso, pero cuando esta guagua llegó lo fue aún más. Sentía desconfianza hacia
mí y discutíamos, porque consideraba que no le daba la suficiente atención a la
relación. Por un lado tenía razón: criar a Michi, pero también a Ignacio, que
tenía solo un año cinco meses cuando el tercer bebé llegó, convirtió mi vida en
una maratón. Estaba cansadísima porque durante el día trabajaba en un colegio
como técnico en educación especial para jóvenes discapacitados física e
intelectualmente. Y por las noches, estudiaba para sacar mi título profesional
de educadora de párvulos en la universidad. Sin querer, fui dejando de lado mi
relación de pareja. Nos veíamos poco con Juan. Y cuando coincidíamos, yo no
quería más guerra.
“¿Por qué no te
arreglas como antes?”, me reclamaba y yo le contestaba que con la guagua apenas
me quedaba tiempo para mí, que estaba cansada. Pero él no entendió ese proceso
que cualquier mujer vive cuando tiene dos hijos chicos y está amamantando.
Nunca me golpeó. Pero las discusiones eran cada vez más fuertes: me decía que
no quería estar con él porque lo estaba engañando, que los niños tenían que
estar con su mamá, que los dejaba tan solos que la gente había empezado a
hablar de que el Michi no era su hijo, sino de otro. Ya no quería que estudiara
por las noches, pero yo, que desde niña había querido ser profesora, no quise
abandonar la carrera.
Su machismo fue
aumentando con los meses. Hasta que en junio de 2013, cuando un día vine a
visitar a mi mamá y él me vino a buscar, de repente dijo a viva voz: “Les tengo
una noticia: la Caro me está engañando y no puedo soportarlo, así que mejor se
queda aquí con ustedes”. Desde ese día nos quedamos ahí con Michi, Ignacio y
Alan. Fue el momento en que nos separamos.
Tras la separación él
continuó con esta idea de que le estaba siendo infiel: se le metió en la cabeza
y no había cómo sacársela. Aunque ya no vivíamos juntos, se puso cada vez más
controlador. Hablaba de que tenía unas grabaciones que me inculpaban y comenzó
a mandarme mensajes de texto con insultos citando los lugares en los que me
había visto durante el día, por lo que se notaba que me seguía. Sentía mucha
rabia. En la casa de mi mamá no querían que fuera, pero accedí a que viniera a
ver a los niños porque decía que los echaba de menos. Ya no estaba enamorada de
él, la desconfianza me había matado poco a poco el sentimiento, pero también
pensaba que podíamos, en algún momento, arreglar nuestros problemas y continuar
con el proyecto que teníamos como familia. Juan estaba triste, había adelgazado
mucho y dormía poco. Fumaba demasiado”.
Buen blogger :) muy bueno
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