“No supe que Juan me
había sacado los ojos hasta unos días después. Me enteré de casualidad, cuando
una amiga me dijo que la policía andaba buscando mis ojitos. ‘¿Qué ojos?’ le
pregunté, y me empecé a tocar la cara desesperadamente por primera vez. ‘¿Es
que no te han dicho?’ me comentó ella, ‘te sacó los globos oculares’. Yo
efectivamente no podía ver, pero hasta ese momento tenía la esperanza de que me
hicieran una cirugía que me permitiera recuperar la vista.
Me descontrolé. Grité:
‘¡Que se muera, quiero que se muera!’ y sacudí la cama de pura rabia, agarré la
camilla y la azoté contra la pared. Estaba desesperada pero no por el hecho de
estar ciega sino porque no podría ver más a mis hijos. ¿Cómo iba a cuidarlos?
Las enfermeras entraron y me dieron un calmante las dos veces que tuve estas
crisis. Trataban de consolarme. Pero aunque me dijeran que los iba a poder
tocar, oler, sentir, escuchar, nada me calmaba el hecho de no verlos crecer,
jugar, reír. Es un dolor tan grande, sobre todo por mi hijo menor al que
alcancé a aprovechar tan poco, porque tenía cinco meses cuando me pasó esto.
Michi, además, es el único de mis tres hijos que sacó mis ojos celestes. Y ya
no puedo disfrutarlo, no puedo mirarlo.
No me resigno a eso. Es
como vivir un luto. Me siento viviendo un duelo por haber quedado ciega de un
segundo a otro y más encima en manos de la persona que supuestamente prometió
quererme, cuidarme y respetarme toda la vida. La persona en la que alguna vez
deposité mis sueños y que ahora ni siquiera está para decir: ‘chuta, la cagaíta
que me mandé’.Cuando me dijeron que a Juan lo habían matado los carabineros de
un balazo tras su huida, no me sentí mejor. Habría preferido que quedara vivo y
sufriera por el resto de su vida por lo que hizo. Y que, como yo, tampoco viera
a sus hijos porque estaría en la cárcel”.
TESIS
“Los primeros días no tenía ánimo de nada. No quería pararme de la cama. Tampoco quería hablar. Pero con el tiempo la balanza se empezó a inclinar hacia otro lado, al lado de ‘esto no me la va a ganar’. Cuando me llevaron al tercer piso, a recuperación, y me dijeron que me pondrían unas prótesis oculares antes de darme el alta, pensé: “esta vez me voy a levantar y me voy a bañar sin ayuda, sola”. Escuchaba la tele para no sentir desolación en las noches, cuando el silencio se apoderaba de mi habitación. Comencé la terapia sicológica y a tomar antidepresivos y pastillas para dormir y empecé a sentirme mejor. Cuando los iris para mis prótesis llegaron desde España y me las implantaron, el 27 de noviembre de 2013, estaba lista para irme a la casa y enfrentar la realidad.
“Los primeros días no tenía ánimo de nada. No quería pararme de la cama. Tampoco quería hablar. Pero con el tiempo la balanza se empezó a inclinar hacia otro lado, al lado de ‘esto no me la va a ganar’. Cuando me llevaron al tercer piso, a recuperación, y me dijeron que me pondrían unas prótesis oculares antes de darme el alta, pensé: “esta vez me voy a levantar y me voy a bañar sin ayuda, sola”. Escuchaba la tele para no sentir desolación en las noches, cuando el silencio se apoderaba de mi habitación. Comencé la terapia sicológica y a tomar antidepresivos y pastillas para dormir y empecé a sentirme mejor. Cuando los iris para mis prótesis llegaron desde España y me las implantaron, el 27 de noviembre de 2013, estaba lista para irme a la casa y enfrentar la realidad.
El mismo día que recibí
el alta, en la noche, me fui a la casa de mi amiga Lua a terminar la tesis de
parvularia que nos había quedado pendiente. Y el 18 de diciembre me titulé con
nota 7. Tenía razones para echarme a morir, podría haber abandonado todo, pero
no quise quedarme estancada. La gente se sorprende de verme en pie, pero es que
yo tampoco sabía que tenía tanta fuerza”.
un tema de debatir
ResponderEliminarexcelente tema!!!
ResponderEliminar