viernes, 19 de diciembre de 2014

Parte 1: Testimonio real de Carola Barria.....Abre los ojos..!!!


Es uno de los casos más brutales de violencia contra la mujer que han ocurrido en Punta Arenas. En septiembre pasado Carola Barría (33) fue atacada por su ex pareja, quien en un arrebato de celos le sacó sus ojos celestes en presencia de la guagua de ambos, de cinco meses. Hoy, Carola tiene prótesis oculares y aprende a desenvolverse en la ceguera con una impresionante entereza: en diciembre pasado se tituló de educadora de párvulos con nota 7 y quiere volver a trabajar. Este es su testimonio..

“No creo en los príncipes azules. Sí en los hombres buenos, y pensé que había encontrado uno para mí, cuando conocí a Juan Alejandro Ruiz Varas en febrero de 2011. En ese tiempo yo vivía con mi mamá y su pareja en el sector sur de Punta Arenas. Juan llegó como arrendatario de una de las piezas que estaba desocupada en la casa. Venía desde Porvenir a trabajar en una empresa constructora y necesitaba un lugar donde dormir. Desde un primer momento fue querido como un hijo más por mi familia.
Nos hicimos amigos. Era un momento de mi vida en que no lo estaba pasando bien. Nunca me había casado y por segunda vez estaba embarazada de un hijo que criaría sola: Ignacio. Él vivió todo ese proceso conmigo, incluso en algunas ocasiones me acompañó a los controles médicos. Conversábamos mucho. Me contó que era separado y tenía cuatro hijos, y que desde 2008 estaba cumpliendo bajo libertad vigilada una condena por violación, pero que él era inocente. Le creí. Nunca me ocultó nada, y hasta me tocó atender a la sicóloga que cada cierto tiempo iba a la casa a hablar con él como parte de su reinserción social. Era un hombre atractivo y, pese a ser introvertido, no tenía que hacer muchos esfuerzos para conquistar a una mujer.
A Juan le encantaban mis ojos celestes, a veces me decía que se los diera. También le gustaba la bachata, correr autos, las armas y la cuchillería. Tenía unos rifles que antes usó para cazar en Porvenir y otro armamento viejo que ya no servía para nada, y compraba en ferias de antigüedades. La pistola que sí funcionaba la tenía escondida dentro de varios bolsos que solo él y yo sabíamos dónde estaba; no era algo que anduviera exhibiendo.

Juan era cautivador, trabajador y sencillo y yo me encandilé con él. A fines de 2011 nos emparejamos y decidimos formar una familia. Las cosas se dieron súper rápido: teníamos una casa en el sector norte de Punta Arenas donde pronto nos fuimos a vivir con mi hijo mayor, Alan, e Ignacio, a quien Juan reconoció como su hijo en el Registro Civil. Era un buen papá. Él decía que jamás se había sentido así de feliz. Queríamos casarnos y viajar, pero los trámites de divorcio no le salieron fáciles y tuvimos que esperar. Un día me dijo que quería tener un hijo conmigo y yo, aunque no quería volver a embarazarme, accedí. La guagua se llama igual que él, Juan, pero yo le digo Michi. Nació en abril pasado, y fue entonces que nuestra relación comenzó a cambiar”.




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